Faltaba aquel corte con sangre
por jurar amistad eterna.
Faltaba echarnos todavía más de menos.
Faltaba prometer no volver a separarnos.
Pero la vida tenía otros planes.
Aviones, trenes, autobuses
y errores imperdonables.
Dispuestos a separar
cualquier promesa.
Entonces descubrí que las promesas
se rompen como un cristal frágil.
No así los sentimientos,
ni la nostalgia.
Ni el sentir que vuelva a ser
un viernes cualquiera
tomando una cerveza juntas
sin importar el lugar, la hora
o el planeta incluso.
Tiempo. Rabia. Dolor.
No podéis vencer eso.
Regalo otra gota de sangre.
Por esa amistad que nunca
morirá del todo.